El choque cultural fase por fase
Cada expat vive de manera más o menos intensa una especie de choque cultural, con algunas fases más delicadas que otras.
El traslado a un nuevo país requiere un tiempo de adaptación. Se trata de un período que dura en media de seis meses a un año. En este lapso de tiempo prácticamente cada expat vive de manera más o menos intensa el denominado choque cultural. Está claro que no todos lo viven de la misma forma, dependiendo mucho del carácter, de la personalidad, de la flexibilidad del individuo, así como de su predisposición al cambio, además de la lejanía cultural entre el país de origen y aquel de adopción.
Independientemente de las características personales o del país de destino, cada expat (o un miembro de su familia) atraviesa por una serie de fases de manera más o menos fuerte.
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Fase 1 – Luna de miel.
El expat y su familia lo ven todo de color de rosa, están entusiastas de la nueva vida, van descubriendo el nuevo mundo. Tienen una actitud vacacional, están llenos de entusiasmo y de curiosidad hacia lo que les rodea. Así como en los primeros tiempos de la vida en pareja, cuando se ven solo las virtudes del otro y todo lo que tiene el partner parece maravilloso, incluidos los defectos.
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Fase 2 – El choque con la realidad.
En esta fase algunos o todos los miembros de la familia empiezan a sentir nostalgia por lo que han dejado: familia, amigos, tradiciones... Empiezan a darse cuenta de no ser al 100% compatibles con la cultura del lugar con respecto a comportamientos y formas de pensar. Las reglas sociales y/o profesionales del país de adopción no están todavía completamente claras. Todos los detalles que en la fase de la luna de miel el expat aguantaba sin problemas, ahora son percibidos como molestos. Para retomar la analogía con la vida en pareja, es el momento en el que se acaba la denominada fase química y empieza a verse al otro tal como es: no el príncipe azul, no la princesa de los sueños, sino una persona normal con sus virtudes y sus defectos.
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Fase 3 – La etapa hostil.
Llega el momento en que el esfuerzo de adaptación empieza a ser pesado. Le sucede el cansancio, los detalles negativos se amontonan. El esfuerzo de aprendizaje de la lengua, las dificultades burocráticas, la búsqueda de médicos y profesionales de referencia, la comprensión de elementos banales como la recogida selectiva de la basura. Todo pesa. Todo requiere un esfuerzo de comprensión y de aprendizaje, el cansancio se acumula y se entra en una espiral fuertemente negativa. Esta es la fase más intensa del choque cultural.
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Fase 4 – Depresión.
Por suerte no todos atraviesan por esta fase. Para evitar caer en la fase 4 habrá que estar muy atentos en las fases 2 y 3, solicitando ayuda a los primeros indicios. Cuando el expat o uno de sus familiares de hecho cae en un estado depresivo, no queda más remedio que organizar de manera anticipada la vuelta a casa. Durante toda su permanencia en el extranjero, idealmente el expat debería estar acompañado, para ayudarle a superar las dificultades de adaptación que de forma inevitable se presentan. Esta fase origina de hecho dramas familiares y desequilibrios en la relación de pareja, así como costos considerables para la empresa que ha invertido en el expat y que tiene que encargarse de su repatriación anticipada.
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Fase 5 – Estancamiento negativo.
El expat queda estancado en su negatividad, no cae en la depresión pero tampoco consigue maximizar la experiencia. Seguirá comparando el país de destino con el país de origen, criticando todo lo que difiere de sus costumbres y considerando mejor todo lo que procede de su cultura de origen. Muchos expat viven esta situación, sufren en silencio durante toda su estancia en el extranjero, sabiendo que no pueden solicitar a la empresa un regreso anticipado porque ello tendría consecuencias en su trayectoria profesional. Lo que no quita que el malestar psicológico que estas personas padecen tenga un impacto negativo también en su productividad, con daños para la empresa, además que para la persona.
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Fase 6 – Integración.
Es la fase ideal. El expat y su familia sacan el máximo beneficio de la experiencia. Viajan, conocen, descubren, aprenden, tienen amigos del lugar y se integran en la cultura del país de destino. Cuando su estancia llega al final están contentos de regresar a su casa o de trasladarse a un nuevo país. Son realmente ciudadanos del mundo.
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Fase 7 – Asimilación.
El expat se convierte en un defensor apasionado del país de adopción. Contrariamente al expat de la fase 5, se torna muy crítico para con su país de origen y considera que la cultura del país de destino es mejor prácticamente en todo. Se hace más local que los lugareños y no quiere regresar a su patria. Así que una vez finalizado el contrato de expatriación hará de todo para encontrar un nuevo trabajo a través de la red de clientes y/o proveedores, o se pondrá por su cuenta creando su propia empresa. Si está obligado a regresar a su casa porque no ha conseguido crear unas válidas alternativas en el país de adopción, es probable que caiga en depresión al volver al país de origen y que pase por un fuerte choque cultural inverso.
La experiencia en un país extranjero es una maravillosa oportunidad de crecimiento, si se vive bien. Está claro que las dificultades a superar son muchas, es un reto ciertamente comprometido, con algunas fases más delicadas que otras. Lamentablemente muchas personas no consiguen sacar todos los beneficios porque se tropiezan en las fases 2 (choque con la realidad), 3 (fase hostil) o 5 (estancamiento negativo) y es una verdadera lástima. Con el acompañamiento de un coach intercultural, en especial en los primeros 6-12 meses, muchos más expat podrían sacar el máximo provecho de esta aventura, con facetas positivas respecto del crecimiento personal y profesional. Contrariamente a lo que comúnmente se piensa, de hecho, el saber pedir ayuda es una verdadera señal de fuerza.
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